Este hecho fue la coronación de una conspiración tramada en el seno de varias influyentes familias. Se produjo en la avenida George Washington cuando el generalísimo (como también se le llamaba), se dirigía a una de sus casas en San Cristóbal.
En dicha vía fue sorprendido por un complot cuyos integrantes eran: Salvador Estrella Sadhalá, Antonio Imbert Barreras, Antonio de la Maza, Huáscar Tejeda, teniente Amado García Guerrero, Roberto Pastoriza y Pedro Livio Cedeño.
Los antes mencionados alcanzaron el vehículo en que viajaba Trujillo y lo tirotearon, logrando terminar con la vida del tirano, pero su plan no fue del todo perfecto, porque después que se diera a conocer la noticia de que éste estaba muerto, los agentes del Servicio de Inteligencia Militar (SIM) se lanzaron a buscar pistas y encontraron a muchos de los integrantes del complot.
La escena donde se produjo el ajusticiamiento de Trujillo no fue limpiada; se dejaron armas registradas a nombre de los conspiradores.
El auto de uno de ellos también fue abandonado cerca del lugar del crimen, pero lo que más determinó el fracaso del plan fue que Pedro Livio Cedeño resultó herido de gravedad y fue llevado a una clínica donde posteriormente fue capturado.
Con la muerte de Rafael Leónidas Trujillo, se puso fin a una de las dictaduras más siniestras del Siglo XX.
La Historia nos muestra dictadores que permanecieron, o permanecen, largo tiempo en el poder gracias a su habilidad, a su inteligencia o a su carisma personal.
El caso de Trujillo es novelesco porque su mandato estuvo basado en el terror y en la brutalidad. Luego de todos estos hechos los Trujillo fueron expulsados del país y Joaquín Balaguer quedó como Presidente de la República. No obstante, debido a las presiones estadounidenses fue exiliado también.